La espera


Acomodado en el pastisal lo esperé.
Los minutos pasaban y me consumian. Cada segundo era como el pinchaso de una aguja exageradamente puntiaguda.
Lo confundía con los demás, lo imaginaba, hasta que llegó. Pero no notó mi presencia.
Pude haber gritado aunque era obvio que el tono de mi voz no alcanzaría para llamar su atención.
Lo dejé pasar, quizá se canse y vuelva. Y así notará que siempre estube aquí, esperándolo, y que no sòlo soy una porción más del paisaje.

cositas viejas